Léase antes: Zara y el espíritu de las luciérnagas I.
Sus padres se preocuparon muchísimo al verla aparecer en
tal estado. Pero una vez pudo recuperar el habla, les contó lo que le había
ocurrido y que, aunque creyó que Anika le había seguido cuando ella salió
corriendo, no había sido así… su padre se temía lo peor: la leyenda de El
Monstruo podía haberse hecho realidad. Aun así, se armó de linterna y bate de
béisbol, y decidió ir al pantano y comprobar qué le había sucedido a la pobre
niña.
Cuál fue su sorpresa; y su mala suerte; que al salir a la
calle el bando del Ayuntamiento estaba avisando a todos los vecinos que se
presentaran de inmediato junto a la fuente de la Plaza Mayor: la razón era que
El Monstruo los convocaba allí con urgencia. Al parecer había ido volando, o se
había teletransportado, hasta la casa consistorial para comenzar sus
terroríficos planes.
¡Era verdaderamente poderoso y malvado aquel bicho
asqueroso!
No faltó ningún habitante del pequeño municipio a la
inquietante cita. Zara en un principio se había negado a acudir, pero luego
pensó que si no iba podía enfadar a aquel ser; y eso era lo último que ella
deseaba. Así que allí estaba, bajo la luz de una farola blanca, agarrada con
fuerza a la serena mano de su padre. La gente cuchicheaba y hacía preguntas que
ella misma se respondía. Haciendo conjeturas sobre las pretensiones de El
Monstruo. El murmullo generalizado calló de repente y por completo cuando la
figura de Anika se asomó al balcón de la primera planta.
La niña estaba cubierta por un aura negra que la dotaba de
un aire perverso. Los ojos le refulgían enrojecidos de ira. Y su voz sonó
metálica, como a través de un aparato electrónico, al decir:
- He venido, después de intentarlo otras veces sin éxito,
para convertir este pueblo, que a partir de ahora es de mi propiedad, en la
mayor fábrica que transforme libros en camisetas, pegatinas, pósters y tazos
con mi cara y mi nombre. – En ese momento se autoseñaló y guiñó un ojo al éter
sonriendo como una estrella de televisión – Y todos trabajaréis para mí. – Los
rostros de los vecinos reflejaban el temor por si tales planes se llevaban a
cabo. No daban crédito a lo que estaban oyendo: ¡Era terrible! ¡Pasarían a ser
sus esclavos para siempre si nadie hacía algo por impedirlo! – Pero no os
preocupéis, seré un Rey tolerante y a veces incluso benévolo si me traéis,
mañana mismo, el corazón más puro del pueblo… de lo contrario mi furia será
enorme y vuestras vidas tortuosas e insoportables ¡Jajaja! – Comenzó a reír de
manera estentórea, provocando el pavor entre los presentes.
Estaban condenados de igual modo. Mas podrían tener un
espejismo de relajación si le entregaban ese corazón… para despejar las
posibles dudas que el pueblo tuviese, Don Anselmo, el alcalde, preguntó:
- ¿A qué te refieres con corazón puro? ¿Qué pretendes hacer
con él?
- Me refiero a que deberéis entregarme al vecino más
inocente… y lo que deseo es comerme ese corazón… - soltó una carcajada, y con
una sonrisa maléfica dibujada en la cara, añadió: - ¡Me encanta el sabor de la
inocencia por las mañanas!
Antes de regresar a sus casas, Don Anselmo les pidió que
aguardaran unos minutos para pensar en lo que debían o no hacer. Apesadumbrados
y sin salida, llegaron a la tenebrosa conclusión de que, al día siguiente por
la mañana, tendrían que elegir entre todos los niños del pueblo al más sincero,
sencillo, puro e inocente para dárselo a El Monstruo… se presagiaba en el
ambiente entristecido que pocos serían quienes pegaran ojo aquella noche.
Zara, por su parte, estaba más triste aún si cabe: Anika,
su mejor amiga, había sido poseída por aquel malvado… y nunca más podrían
volver a jugar juntas o a cazar luciérnagas. Una vez estuvo con sus padres de
vuelta en casa, le dijeron que se fuera directamente a cepillar los dientes y a
la cama. Zara obedeció y se arrebujó bajo la fina manta para primavera… tras
apagar desde la cama el flexo que alumbraba un cuento de hadas abierto, suspiró
para sí: “… y encima nos quedaremos sin leer nada si ese bicho destruye todos
los libros…”; luego, en voz alta, añadió: “¡Cómo me gustaría que El Monstruo
desapareciese y fuese como si nada de esto hubiera ocurrido!”
Ella no se dio cuenta, pero una de las luciérnagas parpadeó
un par de veces con su luz en ese momento.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario